“Es fruto tan sólo de una pobreza de miras, de
juzgar un pasado lejano y distinto a la luz de los criterios actuales”
Stephen Jay Gould, en este libro, titulado Ocho
cerditos refiriéndose a la canción infantil, nos transmite a través de
historias asombrosas conceptos evolutivos de los animales; trata temas como la
escala de extinción, grandes patrones de evolución y la naturaleza humana. Así
logramos comprender cómo inferimos en la naturaleza, esa naturaleza que existe
hoy en día debido a los miles de años de evolución.
El caso que da título al libro, es decir, ocho
cerditos, hace referencia a la polidactilia. No todos los animales que habitan
la Tierra poseen cinco dedos al igual que nosotros, no hay un diseño básico de
los vertebrados que nos obliguen a tener un mínimo de cinco dígitos por
miembro. Descubrimientos recientes, demuestran que los vertebrados ancestrales
(Ichthyostega y Acanthostega) tuvieron seis, siete e incluso ocho dígitos.
Esto se debe a que los peces de aletas lobuladas
son los que dieron lugar a los primeros tetrápodos, de modo, que el extremo
distal de la aleta se correlaciona con la mano/pie. Es decir, hay huesos
radiales en la punta de la aleta que se asignan directamente a los huesos de
las falanges de los dedos.
El penúltimo dedo es siempre el primero que se
forma, y después la secuencia procede de detrás hacia delante, con la excepción
de una ramificación en sentido inverso que da lugar al dedo número cinco, o
seis, o siete… Además no podemos olvidar que la inteligencia
humana requiere de cinco dedos, o sino imaginaos a un pianista con ocho dedos…
todo sería diferente.
Jay Gould, le da una gran importancia a las
escalofriantes historias de extinción que suceden a pasos agigantados, como el
caracol Partula en la isla de Moorea,
Tahití; o la lapa Lottia alveus, así
como el último superviviente de tortugas gigantes, llamado George el Solitario.
Para un biólogo evolutivo, escribir sobre la extinción causada por la estupidez
humana es realmente difícil, para salvar las especies y ambientes se debe
forjar un vínculo emocional entre nosotros y la naturaleza, ya que sino no
lucharemos para salvarla. Como bien dice, la extinción de Partula es injusta
para Partula.
Los fenómenos se desarrollan en sus propias escalas
apropiadas de espacio y tiempo, llegando a ser invisibles en el tiempo de
duración de la vida humana, por ello, las especies son un objeto natural, único
e independiente que una vez perdidas ya no se pueden volver a reconstruir.
Otro caso interesante es el de la forma del cuerpo
del ictiosaurio, el cual constituye un grupo de reptiles marinos. La forma
externa de su cuerpo es tan semejante a la de un pez que es un ejemplo clásico
de convergencia como respuesta adaptativa a un ambiente físico. Éstos se
extinguieron hace unos 65 millones de años.
Tras el descubrimiento de varios fósiles, Owen
(opositor de la teoría de la selección natural) sostenía que la curvatura
caudal se debía a un artefacto postmortem. Sin embargo, tras la obtención de fósiles
en los que se habían preservado moldes de las partes blandas, se observó que
esta curvatura se debía a una aleta caudal bilobulada, es decir, la curvatura
señalaba la posición del borde anterior de la aleta como un elemento anatómico
normal. Ningún otro vertebrado muestra tal orientación, fue una adaptación al
medio que les rodeaba.
Por otro lado, se desmonta la creencia de que la
vejiga natatoria se desarrollaron a partir de los pulmones de mamíferos, o de
que la fecha de la creación de la Tierra ocurrió en el año 4004 a.C el 23 de
Octubre al mediodía, más exactamente, como creía el arzobispo Usher que era un
clérigo irlandés del siglo XVII. O el título sugerente de un capítulo que reza de la siguiente manera, "llenarse los oídos de mandíbulas", en el que se hace referencia a la evolución del oído interno de los vertebrados terrestres a partir de piezas mandibulares de peces gnatostomados.
Por último trata de los rasgos básicos de la conciencia
humana que se ocupa de reflexionar sobre la historia inicial de la vida pluricelular,
la importancia de las conexiones ininterrumpidas dentro de nuestras propias
vidas y nuestras generaciones ancestrales.
María Arenas Pérez
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