viernes, 17 de mayo de 2013

LIBRO: EL PULGAR DEL PANDA (Stephen Jay Gould)

Libro: El pulgar del panda





''Cuando hablamos de ''mucho'' tiempo, lo probable se hace seguro, y lo imposible, probable.'' (El pulgar del panda, Stephen Jay Gould)





Stephen Jay Gould, nos relata en ''El pulgar del panda'' varias de las adaptaciones animales que han surgido a lo largo de la vida en la Tierra; curiosidades animales que dan cuenta de cómo éstos han evolucionado y por ende, sobrevivido. Gracias a ello hoy en día podemos hacernos una idea de cómo eran en la antigüedad; y es que, se trata de una serie de capítulos que tienen un hilo en común: la teoría de la evolución.

Uno de los ejemplos más llamativos, y que da nombre al libro, es el ''famoso'' pulgar del panda. El pulgar en estos animales, no es anatómicamente un dedo, sino que está constituido por un hueso: el sesamoide radial. Este hueso no es más que un componente de la muñeca que a lo largo del tiempo ha evolucionado en los osos panda y ha adquirido un tamaño considerablemente grande. Además, está dotado de una musculatura que le aporta rigidez y agilidad para el movimiento; y gracias a esto, el panda tiene una enorme facilidad para sujetar el bambú y poder comérselo, lo cual ha contribuido a su supervivencia. He aquí un claro ejemplo de adaptación (Imagen 1).

Imagen 1. Esquema anatómico en el que se muestra la anatomía de los dedos del panda, incluyendo el sesamoide radial que hace las funciones del famoso pulgar. 

Jay Gould habla sobre cómo surgió la teoría de Charles Darwin pero además, de las trabas que han intentado poner en entredicho esta teoría. Pese a todas estas trabas, la teoría de la evolución ha persistido durante muchos años, convirtiéndose sin ninguna duda en el dogma central de la biología evolutiva. Y es que, incluso enfrentándola al Lamarckismo (''la función hace al órgano''), la teoría Darwiniana ha demostrado tener más fuerza.

Es de vital importancia comentar que las características humanas han sido interpretadas de diferentes formas a lo largo de la historia, llevando incluso a categorizar a las personas y/o a las etnias. Uno de los casos destacables en este ámbito es el del gran catastrofista Georges Cuvier, quien presentaba un volumen cerebral extraordinariamente grande en comparación con otros pensadores de la época. A causa de este hecho, se llegó a evaluar la inteligencia de las personas por el tamaño y peso del cerebro, atribuyendo una mayor inteligencia a los que tuviesen cerebros mayores. Pero, además, nos encontramos con casos como el del Síndrome de Down, denominado así por el Doctor John Langdon Haydon Down, quien empleaba el término idiota o mongólico para denominar a las personas que padecían la llamada ''trisomía 21''. Y ya no solo esto, sino que también asociaba dicho síndrome al racismo, puesto que afirmaba que analizando las diferentes etnias podía adquirir ciertos patrones y así catalogar a las diferentes razas como superiores o inferiores. Estas hipótesis, naturalmente, fueron rebatidas y dan pie a una crítica por parte del autor. 

Pero Jay Gould nos lleva hasta los orígenes de la vida en la Tierra, describiéndonos cuáles eran las condiciones en las que pudo crearse la vida, y afirma que de no haber sido por los errores cometidos, no hubiésemos podido llegar a descubrir la verdad sobre estas cuestiones. Esto es así ya que se plantearon hipótesis que también fueron rechazadas  y sin embargo aportaron nuevas ideas, ideas que más tarde se traducirían en nuevos descubrimientos que nos ayudan a comprender una de las preguntas que la humanidad se lleva haciendo durante muchos años: ¿De dónde venimos?

A pesar de todo, ni siquiera la ciencia queda libre de fraude. Uno de los mayores fraudes que ha habido en el ámbito del origen humano es el del ''descubrimiento del Hombre de Piltdown''. Se encontró en Piltdown, un pequeño pueblo de Reino Unido, un fósil de lo que podría considerarse el antepasado de la raza humana, el eslabón perdido de la cadena que da cuenta del momento en que dejamos atrás los simios para empezar a convertirnos en humanos (H. sapiens). Este fósil, que poseía un cráneo puramente humano y una mandíbula simiesca, despertó una gran polémica entre las comunidades científicas pero finalmente fue aceptado. 

Sin embargo, pasados aproximadamente 40-45 años, un joven científico desarrolló una técnica que revelaba la datación, más o menos exacta, de los huesos; y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que el cráneo y la mandíbula pertenecían a diferentes épocas. La comunidad científica entró en cólera ya que habían sido estafados: los dientes de la mandíbula fueron limados para que pudieran parecer más humanos, y el cráneo (que pertenecía a la época medieval) fue teñido con alguna sustancia para darle algo más de antigüedad. Por tanto, estos fósiles fueron colocados intencionadamente para que alguien los encontrara y aunque se tienen sospechas de quién pudo llegar a ser el culpable, no se sabe aún con exactitud. 
En estos vídeos se explica bien el caso del Hombre de Piltdown:





Para concluir, Jay Gould hace una reflexión sobre el tiempo, afirmando que si la vida en la Tierra es considerada como un reloj de 24 horas, la especie humana no ha poblado la Tierra más que los últimos segundos. Para reflejar la cronología de la Tierra, se cree un buen indicador al Nautilus ya que se ha visto que han disminuido las líneas que tiene en cada septo. Sin embargo, este método presenta varias dudas y es que realmente no se sabe si las líneas reflejan o no dicha periodicidad. Lo que sí se sabe a ciencia cierta, es que antes, cuando se creó la vida, la Luna se encontraba mucho más cerca de la Tierra, lo que implicaba que giraba mucho más rápido alrededor de ésta.

Y precisamente, lo que está ocurriendo ahora es que debido a las mareas, la velocidad rotacional de la Tierra se está viendo reducida, a la par que la Luna se va alejando cada vez más. Y no solo esto, sino que además, se está perdiendo mucha energía en forma de calor, energía que no podremos recuperar jamás. En cualquier caso, todo lo que haya pasado y lo que tenga que pasar, es el tiempo quien lo decide.




                                                                                                                         Zuriñe Barrasa Márquez


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